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El cambio conceptual sobre la salud y la enfermedad acaecido en la segunda mitad del siglo XX, cuyos principales factores han sido comentados en el anterior apartado, dio paso a un visión más holística del continuo salud-enfermedad y evidenció la importante contribución que la psicología podía suponer respecto del cuidado de la salud. Actualmente, como señala Ribes (1990, pág. 21), se acepta que “el conocimiento del proceso biológico de una enfermedad y las condiciones sociales de su epidemiología no son suficientes. Se requiere de un modelo de cómo aplicar este conocimiento en la forma de medidas efectivas que afecten la práctica cotidiana de individuos reales, dimensión que trasciende a los procesos moleculares del organismo y a las cifras poblacionales de la epidemiología”, y para ello ninguna herramienta mejor que la psicología, ciencia experta en explicar, predecir y modificar el comportamiento humano.

 

Prueba de la importancia que la psicología ha ido cobrando progresivamente, como ciencia capaz de promover los cambios en el comportamiento individual dirigidos al mantenimiento de la salud y a la prevención de la enfermedad, ha sido la aparición paulatina, a partir de los década de los 70, de diferentes disciplinas como la Medicina Comportamental, la Salud Comportamental y, finalmente, la Psicología de la Salud, centradas en la aplicación de los conocimientos de la psicología sobre el comportamiento humano a los contextos sanitarios, haciendo énfasis en distintos aspectos, pero con un espíritu integrador y con un afán por cooperar en el cuidado de la salud, como elementos comunes.

 

La Psicología de la Salud, área en la que se inserta el trabajo que aquí se presenta, fue definida originalmente como “el conjunto de contribuciones científicas, educativas y profesionales que las diferentes disciplinas psicológicas hacen a la promoción y mantenimiento de la salud, a la prevención y tratamiento de la enfermedad y las disfunciones relacionadas, a la mejora del sistema sanitario y a la formación de una política sanitaria

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  1. La Psicología se plantea como objeto de estudio el comportamiento humano, que incluye las llamadas cogniciones, respuestas fisiológicas o biológicas no observables en sí mismas y las conductas manifiestas u observables.

  2. Las leyes, modelos o teorías que describen, explican o predicen el comportamiento humano son las mismas para el comportamiento normal y anormal, para la salud y la enfermedad.

  3. El comportamiento humano anormal está constituido por formas de adaptación al ecosistema que finalmente resultan inadecuadas a corto o largo plazo.

  4. Los psicólogos clínicos intentan aliviar a los individuos que demandan su ayuda a través de los conocimientos psicológicos. En general, no se plantean el cambio del ecosistema, entre otras cosas porque no está a su alcance, salvo que se trate de niños o de adultos con actividad restringida. 

  5. Los ecosistemas en los que el organismo está inmerso, el ambiente físico y social en el que el individuo se mueve determina en gran parte, no sólo los comportamientos adaptativos concretos sino los sistemas generales de adaptación. Además, y ésta es la cuestión importante, determinados ecosistemas producen/inducen sistemas de adaptación específicos, inadecuados en otros ecosistemas o en un sistema más amplio.

  6. La capacidad de adaptación de un individuo a su ecosistema es función de los recursos biológicos y psicológicos que posea y de las exigencias del propio ecosistema. (...). De tal manera que podemos estudiar y comparar los distintos ecosistemas por su capacidad para provocar personas desadaptadas.

  7. Un individuo (organismo) se comporta respondiendo al medio o ecosistema, manipulando o modificando este medio, intentando adaptarse teniendo en cuenta que la máxima prioridad son, para un mismo valor de refuerzo, los efectos a corto plazo. El grado de autocontrol que posea el individuo determinará la posibilidad de que considere los refuerzos a largo plazo. Todo ello significa que el individuo reacciona ante el medio, y por tanto, su conducta es función del ecosistema en el que está inmerso, pero también este ecosistema se modifica en la medida en que los individuos actúan o se comportan en él.

  8. El comportamiento no es más que el conjunto total de actuaciones de un individuo en un medio o ecosistema y, acotado dicho ecosistema en cuanto a sus dimensiones (familia cercana, barrio, ciudad o país) puede ser valorado en cuanto a la dimensión de saludable.

  9. Los comportamientos saludables en un determinado medio a corto plazo no lo son siempre a largo plazo. Por el contrario, los comportamiento no saludables (enfermos) a corto plazo son prácticamente improbables en el repertorio de respuestas del individuo y su probabilidad es función del tiempo entre respuesta y daño.

  10. El comportamiento de un individuo no es uniformemente saludable o enfermo, ni siquiera a corto plazo.

  11. ​La salud es el resultado del proceso de adaptación general de un individuo. Cuando la evaluamos en un determinado individuo siempre lo hacemos con referencia a un ecosistema con independencia de que lo explicitemos o no. Tomada como variable dependiente del proceso de adaptación de un organismo, la salud oscila a través del tiempo, con valores máximos y mínimos y depende de las variaciones del ecosistema y del grado y rapidez de adaptación del individuo

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